GEOGRAFÍA - PAÍSES: India - 7ª parte

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India - 7ª parte


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Arte

letra capitular En el III milenio a. C se desarrolló en el valle medio del Indo una brillante civilización del bronce, caracterizada por una avanzada organización urbana, como demuestra el trazado rectilíneo de sus calles y sus avanzados sistemas de canalizaciones, fortificaciones y edificios (de ladrillo); entre los restos encontrados se hallan cerámicas pintadas y figuras humanas en bronce o piedra, con algunas similitudes con el arte sumerio (ruinas de Mohenjo Daro, en Pakistán).

Las invasiones de los arios destruyeron en el II milenio la civilización del Indo. Estos indoeuropeos, llegados de Irán, desarrollaron la metalurgia del hierro y la cerámica con torno. De su organización social se derivó la jerarquía de castas, y de sus creencias religiosas el vedismo, fuente del brahmanismo y del budismo. Durante esta época empezaron a forjarse algunos caracteres dominantes del arte indio. La creación artística de la India tiende a la armonía universal, a constituir un conjunto coherente equivalente a la ordenación del mundo, según unas reglas transmitidas de generación en generación. De esta manera, el simbolismo cosmológico (el monumento y el paisaje donde se construye forman el microcosmos, en cuyo centro reside la divinidad) y el respeto a la tradición definen el arte indio, tanto hinduista como budista.

La arquitectura brahmánica se basa en la teoría de que el templo (o el palacio) es una réplica de la «montaña sagrada», pivote que sostiene y sobre el que giran los tres elementos del mundo: la tierra (patios cuadrangulares en torno al santuario), las montañas (recintos concéntricos en torno al patio) y el océano (fosos que rodean el conjunto). Estas construcciones partían de unos planos o diafragmas esotéricos (yantra) que traducían en geometría las fuerzas cósmicas y las sílabas sagradas (mantra). La disposición de estos templos parece fijada definitivamente en el s. VIII. En las construcciones más antiguas se usaba el ladrillo en zonas elevadas y la madera en lugares donde se producían inundaciones. A partir del s. V se extendió el uso de la piedra en los recintos sagrados, aunque reproduciendo las formas de la arquitectura en madera (armazones y marqueterías talladas en la piedra). Las diferentes necesidades de sus respectivas liturgias empezaron a diferenciar las formas budistas de las brahmánicas: los templos de los primeros estaban destinados a grandes multitudes, de manera que su tamaño y multiplicidad de aberturas requirieron mejores técnicas.

La forma típica de monumento conmemorativo (el stupa --por ejemplo, el de Sanci--) es una cúpula semiesférica coronada por un parasol y rodeada de un espacio de circunvalación limitada por una balaustrada. Suelen tener cuatro entradas con pórticos, donde bajorrelieves narrativos explican la leyenda búdica. También se esculpían balcones y tragaluces ciegos. Por otro lado, también se construyeron caityas (santuarios) y vihara (monasterios), generalmente excavados en la roca (grutas de Bhaja y Kondane). En algunos de estos santuarios las paredes se decoraron con frescos de vida principesca. Entre los ss. I y IV tres centros artísticos dominaron el subcontinente: Gandhara, Mathura y Amaravati, todos ellos dedicados a la representación humana de Buda (hasta entonces prohibida), desarrollando imaginería de toda su vida con una clara influencia helenística. La reunificación política que significó el Imperio Gupta (ss. IV y V) propició un gran desarrollo artístico, que se prolongó más allá de la propia dinastía y que se ha considerado la época clásica del arte hindú. El estilo gupta, sincretizando los tres anteriores, se caracterizó por la pureza de líneas, armonía de proporciones y la idealización del cuerpo humano.

Entre los santuarios rupestres de época gupta destacan las grutas de Ajanta (ss. II al VII; las más modernas están decoradas con pinturas murales de carácter místico). Los vihara se agrandaron y los caitya se cubrieron profusamente con estatuas con una iconografía original: el gesto de enseñar, la postura sentada a la europea y un trono real dieron nuevas visiones de Buda. En la vertiente brahmánica, el estilo gupta se manifestó excepcionalmente en los conjuntos de Elephanta y Ellora, donde se constató el crecimiento y la creciente complejidad de los santuarios. El tipo más corriente parece que fue una cella cúbica precedida de un porche con columnas. Al final de la época Gupta se creó el tipo de templo que predominó en el período posterior, el sikhara: curvilíneo, formado por plataformas superpuestas y con una techumbre en forma de tronco de pirámide decorada con arcadas ornamentales (templo Udaipur). Desde los ss. IX al XII en la India septentrional el arte siguió las formas estilísticas precedentes, acentuando las formas brahmánicas. Hacia el final del período se desarrolló el arte de khajuraho, cuya elegancia y refinamiento preludiaron el barroquismo de la época tardía. La escultura perdió su fuerza expresiva y se limitó a fines decorativos. En la India meridional sí conservó su carácter monumental.

Con la invasión musulmana se operó un cambio en la concepción artística, aunque continuó el influjo hindú, distinto del árabe por su decoración plástica y su concepción de los volúmenes. Del sincretismo de ambas culturas surgió el estilo pathan, en el que cúpulas, arcos y almiares alcanzaron la perfección. Este estilo alcanzó su plenitud en el s. XIV, el «período mogol», con construcciones como las mezquitas de Delhi y Lahore y el Taj Mahal (s. XVII). En la región de Rajputana, aparte las famosas escuelas miniaturistas, persistió un núcleo jainista independiente que creó construcciones y figuras de mármol, con incrustaciones de piedras de colores y decoración preciosista. A partir del s. XII se generalizó la escultura en bronce, representando en un principio al dios Shiva y con la utilización posterior del retrato. La arquitectura evolucionó hacia formas cada vez más complicadas, con una riqueza decorativa excesiva (templos de Srirangam y Madura). Estos templos testimonian un arte barroco y fantasioso que no distingue entre estructura y decoración. La presencia europea provocó inicialmente una crisis artística, al transponerse en forma de pastiche la estética occidental a suelo indio.

La creación en 1862 de la Archaeological Survey of India permitió descubrir y restaurar el pasado artístico nacional, gracias también al estudio de los textos en sánscrito y al surgimiento de un movimiento nacionalista. Pasado un primer período, que si bien tuvo el mérito de romper con la imitación servil de medianos modelos europeos no pudo evitar caer en el sentimentalismo frente al pasado, la India se encontró capacitada para aprovechar los valores artísticos occidentales sin renunciar a su realidad ambiental. Dos pintores fueron pioneros: Jamini Roy y Amrita Sher Gil.

Tras la independencia, Bombay y Delhi han suplantado como centros culturales a Calcuta; entre los artistas contemporáneos parece haberse instalado una duda: interpretar la India a través del arte moderno o poner éste al servicio del pensamiento actual. El arte contemporáneo ha alcanzado su mayor desarrollo en la pintura, a pesar de la división provincialista de los artistas. En arquitectura, se ha buscado la colaboración de renombrados extranjeros (Le Corbusier, Ponti, Stone) para concebir un urbanismo adaptado a las necesidades actuales.

Cine

Dejando al margen al director Satyajit Ray, en Occidente es desconocida una cinematografía a la que sólo supera en número de producciones anuales la de E.U.A. El cine ha suplantado en la India a las formas tradicionales de espectáculo (danzas, cuentos, marionetas), asumiendo incluso un papel pedagógico. En 1896 un equipo de los hermanos Lumière proyectó en un hotel de Bombay por primera vez una película en el país. Tres años después, se realizó el primer filme indio, un documental. El largo de ficción pionero llegó en 1913. La profesión recibió inmediatamente un reglamento, incluido un sistema de censura: Indian Cinematograph Act. Desde entonces, se desarrolló velozmente la industria.

En los años 30 nacieron las grandes productoras que impusieron su carácter mercantilista. Junto a ellas, creció una minoría de corriente realista y con pretensiones de calidad: se comercializaban filmes como England returned, de Dhiren Ganguly (1921) y Gun Sudary, de Chandulal Sah (1927). Paralelamente, en Calcuta se desarrolló una escuela intimista que culminó en Satyajit Ray, director de Pather Panchali, de 1955. La diversidad lingüística tuvo un efecto decisivo sobre el cine: los presupuestos dependían del potencial de público a que podía llegar un filme en un determinado idioma. El cine en lengua hindi domina la producción. Las películas indias quieren llegar al máximo de espectadores posibles, siguiendo vías de fácil aceptación, que incluyen números musicales y con tendencia a ser larguísimas. Los intermedios coreográficos son el reclamo erótico de un cine en principio puritano. Pero algunos realizadores han escapado a esta mediocridad.

El Festival Internacional de Delhi de 1952 acuñó una generación concienciada, como es el caso de directores como Raj Kapoor (Shree 420 [1955]), Prakash Akora (Boot Polish [1954]) y, sobre todo, Bihal Roy (Do Bigha Zamin [1953], premio internacional de Cannes 1954). La escuela bengalí cultivó el cine social que ha revolucionado el cine indio a partir de Ray: Mrinal Sen con Bashe Shravana (1960) o Ritwik Ghatak con Ajaantrik (1958). Finalmente, hay que destacar algunas de las obras del propio Ray, como Apu Sansar (1959), Jalsaghad (1958), Debi (1969) y Charulata (1964).

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